El aniversario del fallecimiento de mi padre es el
24 de diciembre. Esos días en que la gente está festejando la Navidad. Pero ese día nosotros hacíamos nuestra cena de
sacrificios. Esta vez era un suceso diferente, porque unas semanas antes
a mi hermano le diagnosticaban un tumor en su cerebro. Tratábamos de hacerlo
feliz en el poco tiempo de su vida. Por
eso, en noche buena cazábamos a personas del pueblo. Es algo irónico que mientras los vecinos
buscaban cerdos o pavo para su cena, nosotros los vigilamos a cada uno de ellos, eligiendo el
adecuado para nuestra ceremonia. Esta vez, el indicado era un joven de la misma edad de mi hermano.
Esa
noche, mi familia estaba reunida en la mesa, incluyendo a nuestra víctima. Queríamos
que mi hermano realice ese asesinato.
La víctima tenía una tela blanca que
ocultaba su rostro, sentíamos su respiración agitada, nos perturbaba el sonido
nunca escuchado en otras matanzas. Las campanas del pueblo nos indicaban y precisaba
ese momento memorable. Nos gustaba esa melodía incesante de las campanadas, era
música para nuestros oídos. Luego, mi
hermano comenzaba a coartarle los dedos; y la sangre se expandía por todo el mantel blanco era
arte para mi madre cuando se teñía del
color de nuestras víctimas. Mientras amputaba cada parte de su cuerpo, solo faltaba la cabeza.
Antes de hacer la última maniobra tenía que
estar presente mi padre, que se
encontraba en el sótano vigilando a los rehenes, para que
no puedan escaparse. Así que lo llamamos, y al no escuchar respuesta. Le había dicho a mi madre que lo busque. Mi hermano no tuvo paciencia pues la respiración de la víctima
lo exasperaba demasiado, agarró y le incrustó el cuchillo en su cuello .Termino
de matarlo, y en pocos segundos, mi
madre regresaba agitada, y entrecortadas
palabras nos dijo,
que mi padre no estaba .Desesperado saque la
manta blanca que cubría el rostro de aquel muerto. Revelamos que era mi padre Pero ningunos nos arrepentimos de
tales hechos. Al contrario pensamos que es un milagro porque mi hermano comenzó a recuperarse.
Cada año cenamos una parte del cuerpo de mi padre que guardamos en el congelador.