lunes, 28 de marzo de 2016

Insaciables deseos mortales

El silencio no es de inocentes (Lo aprendí de ellos), mientras mi cónyuge  me habla sobre su día laboral, mi mente divagaba en aquel recuerdo ardiente  de ese hombre con el que experimenté fuertes sensaciones, su olor todavía persiste en mi piel, puedo sentirlo. O con aquel otro que deje mis huellas en su espalada tras intensos orgasmos, ambos me hacían vibrar, sentirme como una puta deseada.  Un calor acrecentaba en todo mi cuerpo a pesar de bañarme con agua helada   era inútil porque a los minutos el fuego persistía. Mi esposo continuaba  hablando sobre esos sin sentidos problemas del trabajo, por lo tanto   me consumía  por dentro, ya no lo escuchaba  más, sé que sus gestos y su postura eran la misma de todo los días aunque su aroma era horrible, lo bañe continuamente pero su cabello se perdía por todo la casa, y más aún  por la cocina que era el lugar donde le gustaba dar esas charlas de trabajos o echarme la culpa de la comida, de que no sirvo para nada  ni para darle placer. Hace mucho que deje de practicar las relaciones sexuales con mi esposo desde esa noche que le quería practicar sexo oral pero le  vi un gusano en su pene, a pesar de eso  ya no sentía sus vociferaciones, culpándome de todo; sentí  revivir nuestro amor.  Mi esposo esta vez callaba un largo rato y  siempre su mirada se perdía en los cubiertos  puestos en la mesa. Creí que renacía el amor con mi marido pero  su cuerpo era muy degradante y cada día lo veía  peor, ahora no sentía deseo por él. Por eso  estaba ansiosa por tener en la cama a mis amantes. Primero fue Rodolfo y después Matías, ambos  comparten la mesa con mi marido. Ellos hablan de cosas sucias que quieren hacerme, pero como dije anteriormente  hace un mes que  no tengo relaciones, también a mis amantes les salieron  gusanos de sus penes  y huelan mal sin embargo los recuerdos me incendian, y eso me mantiene viva, aunque ellos sigan mirando los cubiertos con que los asesine.

lunes, 21 de marzo de 2016

Su sentencia

Antes de apagar la luz del baño se fue hacia la mesa donde había dejado el vaso de agua. Cada ruido ocasionado por su garganta le molestaba, pero no tanto como los ronquidos infernales de su hermano y su padre. Trataba de dormir sin embargo algo lo mantenía inquieto, ansioso y angustiado. Volvió hacia el baño, se miró al espejo, abrió su boca y miro bien su garganta, se preguntaba  porque le molestaba tanto si  fue a varios médicos le dijeron que estaba sano. Se paseaba en el pasillo agarrándose la garganta, recordó hace unos días lo que le sucedió a  la gallina que había matado su vecino con una cuchilla bien afilada, le hizo dar escalofríos y una sensación de tranquilidad  aquel recuerdo. Nuevamente en su cama trato de cerrar sus ojos, cuando por fin estaba por dormirse, aparecía ese dolor en la garganta. Pero esta vez trato de ignorar aquella sensación, parecía sentir el gusto de su sangre en el paladar. Un silencio invadió su cuarto y se dio la ocasión para reflexionar de su miserable vida. Tenía pocos amigos, y ni siquiera los veía, vivía encerrado jugando al vídeo juego. Ese mismo olor siempre a su cuarto que aborrecía porque le recordaba que  los días se repetirán de por vida y que será un fracasado. Quería vivir encerrado, aunque sus padres no le permitían, se desvelaba, y  levantaba temprano para ayudar a limpiar su casa.  La tarde pasaba muy rápido, y  solo esperaba siempre la noche. Aunque la noche era cruel con sus recuerdos, tenía un aroma a traicionera, por algún motivo temía dormir, sabía que recordaría a su ex novia, que hace un mes que había terminado la relación, el  no pudo decir nada, se fue en silencio, como en todo discusión de familia o de amigos que tuvo últimamente. Tampoco consiguió trabajo. No podía hacer que escucharan su voz. Volvía el dolor de garganta pero esta vez demasiado fuerte, saco de su almohada una cuchilla afilada del vecino, y se lo  incrustó en su garganta.