Surcando la tierra con mis pasos. Una tierra que creí de todos. Pero
ciertos poderosos comenzaron a borrar nuestras pisadas; les convenía
mantenernos alejados, que nadie pueda saber de la cultura y las tradiciones del
pueblo. Cuando crece la avaricia llega a lugares inhóspitos, los otros están cegados
por el dinero. Comienzan a repisar nuestras huellas, toda persona que no sea de
ese lugar, se confunden, esa duda genera inseguridades que se puede apreciar en
los medios de comunicación. Algunos pensarán como ellos, y otros no. Siempre hay varios empresarios que siguen el
lema que aquel que no se amolde a los suyos lo vea como algo malo. Crearon prejuicios que fueron creciendo a pasar los tiempos. Las represiones hostigaron cada para del pueblo; pero aun así no bajábamos
los brazos, a pesar de que no podíamos visualizar nuestras huellas porque los otros seguían
cavando profundo. Luche contra gente que
representaba a esos poderosos. Seguí mi propio camino hacia un rio, allí no tan
lejos estaban aquellas miradas de odio, de tanta maldad, dejaron que los pensamientos del otro los dominaran, tomaron sus armas, y… No puedo recordar,
porque los otros me borraron, no puedo decir lo que sucedió. Es más cruel que
el dolor físico, el del alma. Es una tortura constante, todos borraron mis
huellas, y aun no saben que también están borrando las suyas, y las de los inocentes
luchadores de la tierra sagrada. Nada quedará más que un pozo profundo donde
las ideas estarán enterradas y obedecerán
al cambio, incrustándose en sus mentes para cargar resentimientos en sus vidas,
los seres infelices, viajeros constante en ignorar, sin calzados. El otro, los
otros guiarán sus pasos hacia el olvido.