Era una habitación agradable, tenía sillones viejas y su escritorio era pequeño. El olor del lugar era como el de una biblioteca pública antigua. Le llamo la atención un adorno que tenía la figura de tres cabezas humana de material
de acero, ordenadas de mayo a menor; además de los cuadros que indicaban sobre
el perfeccionamiento constante en su profesión,
también había una pecera y en la misma
había cuatros peces de color anaranjados. Luego la interrumpió en su
concentrada observación cuando él le dijo: ¿Qué es lo te está pasando? Pero Isabela ignorando la pregunta, comenzó hablar sobre lo
difícil que era ubicarse para
llegar al consultorio, y en ese silencio de ambos, como
esperando el doctor que respondiera a su pregunta, luego de unos segundos que
fueron eternos, pues ella no sabía por dónde empezar. Era algo extraño porque
Isabela había ordenados los problemas y dudas haces un mes, porque sabía que iría en algún momento al
psiquiatra, y solo recordó una duda, ella dijo: creo que tengo el síndrome de asperger, y el psiquiatra la
observo unos instantes y le respondió:
tú no lo tienes. Se sentía calmada pero a la vez estaba ese problema
que la acompañaba seguido en su infeliz existencia, del porque fue tan difícil
su niñez hasta su adolescencia. El
doctor le dio para que se realizara algunos estudios neuronales.
Siguieron hablando cuando interrumpió el
psiquiatra con su pregunta de cómo era su padre, en que trabajaba. Ella se
quebranto por dentro como una hoja de otoño que es pisadas varias veces hasta
desintegrarse en la tierra. Comenzó a llorar no hubo quien la calmara, el
psiquiatra sacaba temas, pero ella quedo
con la imagen de su padre como si tuviera una fotografía y se le vinieran todos los momentos que pasaron; esas trágicas horas que
parecieran años que siguen golpeándola y arrastrándola hacia lo más profundo; y entre tantos
intentos en uno acertó, luego el médico
le pregunto: ¿tienes novio?, ella
respondo: si. Siguieron las preguntas y
hablaron de todo un poco, incluso de su abuela, qué no solo ella la consideraba
autoritaria antes de que le dijera eso, el doctor se adelanto diciendo algo
sobre la autoridad de la anciana. Hasta que termino el médico concluyendo: Eres
bella, intelectualmente buena y no dejes que nadie te subestime mal, esas palabras fueron tan alentadoras para Isabela .Después
de que te realices los estudios vuelves nuevamente a verme, le dijo el
psiquiatra. Despidió a su doctor diciendo: Esta vez se donde queda el
consultorio, no me perderé.
Solo
fueron pocas horas de sentirse
perfectamente bien, pero volvieron esas despreciables ideas que la atormentaban
constantemente, algunas preguntas fueron deslizándose sobre los primeros
recuerdos unas de esas fue, si era una persona inteligente que había llegado
a leer con solo cuatros años de edad un
cuento de niños que ni recuerda, o solo fue propia creación para esconder la
realidad que era la de una niña que le
costaba demasiado aprender a leer y a escribir y no te digo la matemáticas
era la más odiada para ella. Su madre la
castigaba y la golpeaba con el cinto, cuando sacaba una nota demasiado baja, debido a que trabajaba en
la misma institución donde Isabela estudiaba, fueron siete años que Isabela
estuvo en esa escuela, además su progenitora decía que sus colegas no debían pensar que su hija era
una alumna con malas calificaciones.
Pero aunque Isabela tenía todas esas ideas, se le hacía difícil tratar de saber
quién era, cuál de las niñas que se
atribuye en los recuerdos era ella.
Pasaron semanas hasta que Isabela se hizo esos estudios. Caminaba
apresurada para llegar a horario al psiquiatra. Cuando entro, todo era distinto, el consultorio tenía sillones nuevos,
el escritorio era inmenso, la pecera estaba vacía, los cuadros yacían en el
suelo. En la silla del psiquiatra estaba sentado un niño como de doce años, le pregunte sobre su parentesco o quien
era si tenía alguna relación
familiar con el .Su preocupación
crecían más aun, quien era ese pequeño, no sabía nada de él,
en eso instante le vino un pensamiento de que si estaba enloqueciendo. El sonreía al
mirarla tan desconcertada entonces le
tomo de las manos y dijo: No te preocupes,
ya habrá tiempo para conocernos. Isabela tenía un susto y delataba en su palidez aun más blanca que las paredes de la habitación. En
ese momento el niño miro hacia todos
lados, y emitió un chillido estremecedor
que parecía de un gato en celo; Y de repente aprecio
muchas figura embriagadas por sombra
que se retrataban en las paredes con espeluznante pequeñas niñas; algunos tenían enormes cabezas y otras
demasiados pequeñas pero duraron unos
instante, antes de que todas explotaron
como burbujas dejando manchas en las paredes que cualquiera confundirían con humedad,
solo Isabela sabía que no lo eran. Antes de marcharme te diré algo, repuso una voz Indefinida: tenías
cien niñas dentro de ti y tendrás nuevos nacimientos. Con
respecto al retorno de las Isabela's,
no te preocupes, volveré a matarlas.