Caminaba
entre la gente, sin que me miren, ni me escuchen; me ignoraban por completo.
Como que mis palabras eran extrañas para
aquellas personas. Observe los comportamientos de ellos; al principio no entendí
porque miraban un aparto constantemente
sin verse ellos mismo, se empujaban apurados; los autos pasaban a gran velocidad,
eufóricos tocaban bocinas e insultaban. Personas mayores diciendo en voz alta que tiene la culpa por vestirse de esa forma,
que todo se paga en la vida, es por eso
que asesinaron a ella y a su hijo que era de otro hombre distinto. Luego las ancianas
comentaban sobre el bingo de la iglesia.
Otra persona miraba con asco a un vagabundo que cargaba cartones en su espalda,
y llevaba un tacho con agua para darse una ducha en algún lugar fuera de las
miradas de desprecio. Una pareja del mismo sexo, agarrándose de la mano, las
personas apartaban a sus hijos de aquella pareja como si fueran asesinos. Un grupo de indígenas
marchando por sus tierras, eran golpeados por los gendarmes. Desesperanzada comprendí
que no estaba en el tiempo, ni en el espacio de esos seres humanos. Desaparecí
convirtiéndome en pequeñas partículas. Guardándome para un tiempo mejor.
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